Es sabido que el menor de edad, por ser una persona inimputable para el derecho penal, es muchas veces utilizado, inducido o atraído por grupos delictivos, llámese pandillerismo, asociación o cualquier ente criminal para ser conducto y cometer delitos, esto en razón de que el menor por lo general no es castigado, como lo son en su momento los mayores de edad integrantes de estas organizaciones.
En cuanto al menor se ha escrito, comentado y cuestionado, en lo que se ha pretendido disminuir la edad (punible, lo que se castiga); desde hace décadas se le ha querido criminalizar y en virtud de los tiempos que actualmente se viven, se procura justificar que a los 18 años ya se tiene la capacidad de querer y entender el carácter de su comportamiento, de tal forma que ya se razona su imputabilidad y su responsabilidad ante la sociedad y ante la ley penal.
El menor de edad en su calidad de inimputable, sufre una doble victimización, ya que por un lado se le corrompe, se le prostituye, se le induce al delito; y por otro lado la sociedad lo arremete limitando jurídicamente su actuar, sin darle la oportunidad de crecer y de adaptarse socialmente.
Es cierto que la conducta antisocial desplegada de los menores de edad está llegando a niveles incontrolables en nuestro país, y los mismos, por las características propias que presentan son en su mayoría de poca o nula adaptación social. La delincuencia juvenil, podríamos señalarla como el preámbulo de la delincuencia de adultos, organizada o no.
Sin embargo, mientras siga predominando la desintegración de la familia, la pérdida de valores en nuestra sociedad y que nuestras autoridades no se preocupen por éste como parte importante y medular del futuro de nuestro país, el menor delincuente seguirá creciendo.
Seria conveniente crear un programa preventivo, buscar disminuir el índice delictivo en la entidad, así como el consumo de drogas y otros enervantes como el alcohol y el tabaco considerados detonantes de los actos delictivos en la población, pero sobre todo en la población juvenil, mediante acciones integrales que garanticen la seguridad de los sonorenses.
Por el interés social que genera en su contenido el siguiente escrito a continuación se los transcribo.
DÍA DEL NIÑO: EL MEJOR REGALO ES UNA EDUCACIÓN POSITIVA.
Adolph-Harpo, uno de los hermanos Marx, comediantes del cine norteamericano de la década de los 30`s relataba en una entrevista, que él supo su nombre hasta que cumplió ocho años.
¿Por qué? Le preguntó el reportero. Por la sencilla razón contestó el actor que mis padres todo el tiempo me decían: “niño No, esto; niño No, aquello”......
Aunque ésta es una anécdota por demás graciosa, retrata fielmente lo difícil que es para los niños ir creciendo con una formación basada en la negación; que puede derivar en la anulación de la personalidad del pequeño (a).
Leticia, sufrió algo parecido (pero en la vida real), que le marcó y provocó que tuviera un carácter retraído con una baja autoestima. Narraba que en su familia fueron once hermanos y que a ella, cuando su mamá la llamaba, primero decía el nombre de todos sus hermanos (incluso varones) y acaba gritando: “tú, la del moño, tú, niña... tú”.
Un conferencista hacía referencia a lo común que es usar la negación no sólo en nuestra forma de hablar, sino en la educación, desde que estamos en la primera etapa de crecimiento: “No te ensucies grita la madre”. Pudiendo decir: “si te ensucias, habrá que cambiarte y perderemos más tiempo”, apuntaba la expositora.
“No te vayas a caer; no te juntes con esos amigos; no se te ocurra reprobar; porque te las verás conmigo” amenaza el papá. Aún cuando podrían hacerse las mismas indicaciones con un sentido positivo: “Ten cuidado, pues te lastimarás; esas amistades te pueden crear problemas, es mejor que te alejes de ellos; debes aplicarte más en tus estudios para que apruebes los exámenes finales”, etc.
Esta costumbre se va heredando y es muy frecuente percatarse que la primera palabra que aprenden los bebés es no. Cuando uno se dirige a cualquier pequeño, las más de las veces contesta negativamente, menea su cabecita de un lado a otro o hace muecas, con lo que expresa su rechazo o desaprobación.
Cuántas veces se ha escuchado el comentario: “los niños son como esponjitas, todo lo absorben”. Precisamente, éste es el riesgo; existe una frase en inglés que traducida dice: “lo que los niños ven es lo que hacen”. Esto es una verdad como plomo. En español decimos: “el ejemplo arrastra”.
Uno de los derechos de los niños es la educación (de educare en latín) cuyo significado es dirigir, enseñar, perfeccionar. ¿Por qué entonces se les niega éste, deformando su carácter y hasta su personalidad con palabras y actitudes negativas?
Los primeros años de un niño (a) son determinantes en su desarrollo; por lo que aprendan (asimilen) durante sus primeros años de vida, será posteriormente, lo que realicen como adultos.
¿Cómo exigimos a los niños que se comporten correctamente, si lo que les demostramos nosotros es exactamente lo contrario?. Si nos oyen palabrotas; nos ven tirando basura en la calle; cruzando la calle por donde no está permitido; dejando que se desperdicie el agua; tomando la leche directo del envase; continuamente nos escuchan mentir o sobornar a las autoridades, para evitarnos molestias, etc.
Roberto Fleischer Haro, es egresado de la IV generación de la Escuela de Policía. Registro Nacional de Seguridad FEHR440205H26223583 e. Mail rfleischer_44@hotmail.com
En cuanto al menor se ha escrito, comentado y cuestionado, en lo que se ha pretendido disminuir la edad (punible, lo que se castiga); desde hace décadas se le ha querido criminalizar y en virtud de los tiempos que actualmente se viven, se procura justificar que a los 18 años ya se tiene la capacidad de querer y entender el carácter de su comportamiento, de tal forma que ya se razona su imputabilidad y su responsabilidad ante la sociedad y ante la ley penal.
El menor de edad en su calidad de inimputable, sufre una doble victimización, ya que por un lado se le corrompe, se le prostituye, se le induce al delito; y por otro lado la sociedad lo arremete limitando jurídicamente su actuar, sin darle la oportunidad de crecer y de adaptarse socialmente.
Es cierto que la conducta antisocial desplegada de los menores de edad está llegando a niveles incontrolables en nuestro país, y los mismos, por las características propias que presentan son en su mayoría de poca o nula adaptación social. La delincuencia juvenil, podríamos señalarla como el preámbulo de la delincuencia de adultos, organizada o no.
Sin embargo, mientras siga predominando la desintegración de la familia, la pérdida de valores en nuestra sociedad y que nuestras autoridades no se preocupen por éste como parte importante y medular del futuro de nuestro país, el menor delincuente seguirá creciendo.
Seria conveniente crear un programa preventivo, buscar disminuir el índice delictivo en la entidad, así como el consumo de drogas y otros enervantes como el alcohol y el tabaco considerados detonantes de los actos delictivos en la población, pero sobre todo en la población juvenil, mediante acciones integrales que garanticen la seguridad de los sonorenses.
Por el interés social que genera en su contenido el siguiente escrito a continuación se los transcribo.
DÍA DEL NIÑO: EL MEJOR REGALO ES UNA EDUCACIÓN POSITIVA.
Adolph-Harpo, uno de los hermanos Marx, comediantes del cine norteamericano de la década de los 30`s relataba en una entrevista, que él supo su nombre hasta que cumplió ocho años.
¿Por qué? Le preguntó el reportero. Por la sencilla razón contestó el actor que mis padres todo el tiempo me decían: “niño No, esto; niño No, aquello”......
Aunque ésta es una anécdota por demás graciosa, retrata fielmente lo difícil que es para los niños ir creciendo con una formación basada en la negación; que puede derivar en la anulación de la personalidad del pequeño (a).
Leticia, sufrió algo parecido (pero en la vida real), que le marcó y provocó que tuviera un carácter retraído con una baja autoestima. Narraba que en su familia fueron once hermanos y que a ella, cuando su mamá la llamaba, primero decía el nombre de todos sus hermanos (incluso varones) y acaba gritando: “tú, la del moño, tú, niña... tú”.
Un conferencista hacía referencia a lo común que es usar la negación no sólo en nuestra forma de hablar, sino en la educación, desde que estamos en la primera etapa de crecimiento: “No te ensucies grita la madre”. Pudiendo decir: “si te ensucias, habrá que cambiarte y perderemos más tiempo”, apuntaba la expositora.
“No te vayas a caer; no te juntes con esos amigos; no se te ocurra reprobar; porque te las verás conmigo” amenaza el papá. Aún cuando podrían hacerse las mismas indicaciones con un sentido positivo: “Ten cuidado, pues te lastimarás; esas amistades te pueden crear problemas, es mejor que te alejes de ellos; debes aplicarte más en tus estudios para que apruebes los exámenes finales”, etc.
Esta costumbre se va heredando y es muy frecuente percatarse que la primera palabra que aprenden los bebés es no. Cuando uno se dirige a cualquier pequeño, las más de las veces contesta negativamente, menea su cabecita de un lado a otro o hace muecas, con lo que expresa su rechazo o desaprobación.
Cuántas veces se ha escuchado el comentario: “los niños son como esponjitas, todo lo absorben”. Precisamente, éste es el riesgo; existe una frase en inglés que traducida dice: “lo que los niños ven es lo que hacen”. Esto es una verdad como plomo. En español decimos: “el ejemplo arrastra”.
Uno de los derechos de los niños es la educación (de educare en latín) cuyo significado es dirigir, enseñar, perfeccionar. ¿Por qué entonces se les niega éste, deformando su carácter y hasta su personalidad con palabras y actitudes negativas?
Los primeros años de un niño (a) son determinantes en su desarrollo; por lo que aprendan (asimilen) durante sus primeros años de vida, será posteriormente, lo que realicen como adultos.
¿Cómo exigimos a los niños que se comporten correctamente, si lo que les demostramos nosotros es exactamente lo contrario?. Si nos oyen palabrotas; nos ven tirando basura en la calle; cruzando la calle por donde no está permitido; dejando que se desperdicie el agua; tomando la leche directo del envase; continuamente nos escuchan mentir o sobornar a las autoridades, para evitarnos molestias, etc.
Roberto Fleischer Haro, es egresado de la IV generación de la Escuela de Policía. Registro Nacional de Seguridad FEHR440205H26223583 e. Mail rfleischer_44@hotmail.com