domingo, 30 de agosto de 2009

¿Y el orden público?

Diariamente son difundidos en los diferentes medios de comunicación, noticias de hechos desagradables que mantienen en zozobra a las comunidades urbanas y rurales en los Municipios del Estado, con lo relacionado a irregularidades cometidas por elementos de las Corporaciones Policíacas.
El Estado y los Municipios crean las Corporaciones Policíacas, para cumplir la función que le es propia de proteger los bienes, las personas y los derechos de sus ciudadanos, sin embargo, en la realidad histórica, las Corporaciones Policíacas pasaron a ejercer tres funciones distintas.
La de investigación (resolver delitos y detener a los delincuentes); la de desistir, ejercida por la ostentación policíaca con la finalidad de desatender prácticas delictivas; y la represión se deja de lado en la práctica.
La función de protección de los derechos de las personas, de garantía para el ejercicio de los derechos ciudadanos, que habría de ser propia de los cuerpos policíacos.
La función represiva se ejerce no solo con la acción policíaca en contra de movimientos de inconformidad, sino en los movimientos y la actuación cotidiana de los organismos policíacos de seguridad en los Municipios, más que de la gente de la comunidad.
En esta función la que mejor les caracteriza “como seguridad pública” no solo por dirigir su acción hacia las masas y no tanto a los individuos, sino principalmente por sus acciones de resguardo del “orden público”.
Orden impuesto por sectores minoritarios de la sociedad que cobran al público la protección del patrimonio privado, lo que como consecuencia es la corrupción.
No nos referimos a aquella corrupción evidente de los funcionarios públicos, que se dejan extorsionar para cumplir exactamente con aquello que deberían hacer en función de su oficio.
Sino la corrupción ideológica del agente policiaco, que, sin embargo, protege el patrimonio ajeno inclusive con su vida y la de sus compañeros.
En paralelo con las consecuencias anotadas (la ideología anti-popular y discriminatoria y la corrupción), ha contaminado los cuerpos policíacos con la extrema e impune violencia.
Por impunidad entendemos el hecho de que un elemento policiaco, en el ejercicio de su autoridad realiza u omite una perdida de personas o grupos de la sociedad, sin responder por ello ni ante las víctimas ni ante la sociedad, constituyéndose así tal acto en agresión.
La impunidad se refuerza con apretado tejido de complicidades, originadas en la corrupción y que llegan hasta la asociación criminal de cuello blanco y finas maneras.
Se puede afirmar, entonces, que la impunidad misma cumple la función política de advertir y prevenir a la población sobre el posible resultado de sus demandas y acciones para alcanzarlas, el mensaje es claro, vigilar y castigar.
Por esta razón las policías han funcionado principalmente como seguridad política del Estado, más que de la sociedad, hoy que se intenta convertirlas en efectivas garantes de la Seguridad Pública, es decir, en Cuerpos de Servicio, éstas se encuentran atrofiadas e imposibilitadas para cambiar.
Vivimos en una sociedad muy violenta, donde a la mentira se le llama diplomacia, a la explotación negocio, a la irresponsabilidad tolerancia, a la justicia orden establecido, a la arbitrariedad libertad, a la falta de respeto sinceridad y todavía nos avergonzamos de nuestra mediocridad.
Los ciudadanos queremos y exigimos que los servidores de seguridad pública trabajen con honradez, para que sean ejemplo hoy y guía mañana de nuevas generaciones, con una nueva mentalidad y actitud de servicio, que dejen huella de tenacidad y superación constante.
Para que los ciudadanos que constantemente son agredidos por conductas antisociales tengan confianza en ellos y así se acabe la vieja creencia de que todo en esta área, es corrupción.
Roberto Fleischer Haro es egresado de la IV generación de la Escuela de Policía. Registro Nacional de Seguridad FEHR440205H26223583.
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