Qué triste y lamentable, que la Policía Estatal Preventiva de Sonora (PEPS) se encuentre tan corrupta, lo digo motivado en que fui parte del proyecto de esa corporación pensando en la seguridad, la protección de los intereses e integridad física de los ciudadanos, no quiero profundizarme en el problema porque me indigna, soy enemigo de participar en el Desaseo de la Ley la Verdad y la Justicia.
La situación del cambio de la convivencia social en su combate al delito, es tal que los distintos cuerpos policíacos, se sienten hoy inferiores en relación con la delincuencia organizada, tanto desde el punto de vista político como económico.
¿Qué hacen entonces? Se asocian a ella, así, el mantenimiento de la impunidad al mismo tiempo que se sostiene en la inferioridad económica de las clases policiales en relación con sus enemigos, lleva a la separación moral, ética y funcional de las corporaciones policíacas.
La delincuencia policíaca tiene un carácter fundamentalmente patrimonial, cuando hablamos de delitos contra el patrimonio, no estamos hablando del mismo género, la visión que generalmente se tiene de la criminalidad policíaca se basa en el conocimiento de ciertos episodios de violencia, coacción, negocios ilícitos, etc… etc.
Incidencias que están en el mismo nivel de otros hechos cotidianos como la pequeña corrupción, inducciones físicas, liberación en una situación de flagrancia, etc... Todo esto, sin embargo es mas bien un reflejo de la historia general de corrupción.
A lo que nos referimos aquí como delincuencia policíaca es a algo mucho más grave. Sabemos que existe un conjunto de personas que se asocian y que viven del delito, de policías que tienen apoyo externo de ex policías y civiles, y que se dedican a delinquir.
Ellos viven del producto del robo directo de vehículos, de la reventa de mercancías confiscadas o aseguradas a algún otro delincuente, de secuestros, trafico de humanos, de venta y transporte de narcóticos (burreros).
También están los policías que descubren el paradero de un asaltante, van y lo “limpian”; Investigan a un traficante, lo aprehenden le incautan y revenden las drogas y armas, etc... O bien los que en sus días francos se coluden con ciertos taxistas para asaltar a los pasajeros y transeúntes.
Todo esto acompañado de altas dosis de violencia contra las víctimas, y en numerosas ocasiones hasta de violación sexual, (ya se esta viviendo)
Sin embargo no existe la posibilidad de hacer comparaciones entre los índices de criminalidad en la sociedad y en la policía, son fenómenos distintos.
En el caso de la policía, los hechos se cubren con un manto de silencio, o bien con el discurso del autoritarismo policial. No tiene equivalente con la delincuencia común.
En los ajusticiamientos cada día más numerosos en el Estado, principalmente en los municipios del norte, presumimos apenas la participación de efectivos policíacos. Sin embargo se comienzan a esclarecer algunos casos.
La suspensión temporal de los malos policías no es una medida efectiva, toda vez que la actividad policial para los elementos involucrados con grupos organizados de delincuencia, no significa nada.
La función policíaca que cubren es solo un pretexto para tener algún tipo de poder, acceso a una placa, un arma, que faciliten los delitos que pretenden cometer.
En nuestro Estado así como en los municipios, prácticamente no existe delincuencia organizada, sin que en ella estén incluidos policías y ex policías.
Existe un temor reverencial de los policías hacia los grandes líderes de la delincuencia, dada la inmensa desproporción económica de la criminalidad, en relación con la situación funcional del Servidor Público Policiaco, inclusive desde la corrupta venta de seguridad.
De cierta forma y dada la impunidad a que nos referimos con antelación los policías se han apropiado de la idea de que el crimen compensa y reditúa beneficios, tanto que el policía común termina por asociarse al delito.
Que penoso que exista tanta podredumbre no nada más en las corporaciones policíacas, desafortunadamente ahí se nota más por el contacto constante con la ciudadanía, los demás se escudan en ella; cuando hay óptimos resultados operativos, todos son muy buenos, honestos, capaces, con ética, institucionales, pero nunca se les hace un reconocimiento apegado a la realidad, sino ahí es donde los funcionarios de primer nivel son los que se cuelgan la medallita y los elementos de Seguridad, pasan a segundo término.
Roberto Fleischer Haro, es egresado de la IV generación de la Escuela de Policía. Registro Nacional de Seguridad FEHR440205H26223583 e. Mail rfleischer_44@hotmail.com
La situación del cambio de la convivencia social en su combate al delito, es tal que los distintos cuerpos policíacos, se sienten hoy inferiores en relación con la delincuencia organizada, tanto desde el punto de vista político como económico.
¿Qué hacen entonces? Se asocian a ella, así, el mantenimiento de la impunidad al mismo tiempo que se sostiene en la inferioridad económica de las clases policiales en relación con sus enemigos, lleva a la separación moral, ética y funcional de las corporaciones policíacas.
La delincuencia policíaca tiene un carácter fundamentalmente patrimonial, cuando hablamos de delitos contra el patrimonio, no estamos hablando del mismo género, la visión que generalmente se tiene de la criminalidad policíaca se basa en el conocimiento de ciertos episodios de violencia, coacción, negocios ilícitos, etc… etc.
Incidencias que están en el mismo nivel de otros hechos cotidianos como la pequeña corrupción, inducciones físicas, liberación en una situación de flagrancia, etc... Todo esto, sin embargo es mas bien un reflejo de la historia general de corrupción.
A lo que nos referimos aquí como delincuencia policíaca es a algo mucho más grave. Sabemos que existe un conjunto de personas que se asocian y que viven del delito, de policías que tienen apoyo externo de ex policías y civiles, y que se dedican a delinquir.
Ellos viven del producto del robo directo de vehículos, de la reventa de mercancías confiscadas o aseguradas a algún otro delincuente, de secuestros, trafico de humanos, de venta y transporte de narcóticos (burreros).
También están los policías que descubren el paradero de un asaltante, van y lo “limpian”; Investigan a un traficante, lo aprehenden le incautan y revenden las drogas y armas, etc... O bien los que en sus días francos se coluden con ciertos taxistas para asaltar a los pasajeros y transeúntes.
Todo esto acompañado de altas dosis de violencia contra las víctimas, y en numerosas ocasiones hasta de violación sexual, (ya se esta viviendo)
Sin embargo no existe la posibilidad de hacer comparaciones entre los índices de criminalidad en la sociedad y en la policía, son fenómenos distintos.
En el caso de la policía, los hechos se cubren con un manto de silencio, o bien con el discurso del autoritarismo policial. No tiene equivalente con la delincuencia común.
En los ajusticiamientos cada día más numerosos en el Estado, principalmente en los municipios del norte, presumimos apenas la participación de efectivos policíacos. Sin embargo se comienzan a esclarecer algunos casos.
La suspensión temporal de los malos policías no es una medida efectiva, toda vez que la actividad policial para los elementos involucrados con grupos organizados de delincuencia, no significa nada.
La función policíaca que cubren es solo un pretexto para tener algún tipo de poder, acceso a una placa, un arma, que faciliten los delitos que pretenden cometer.
En nuestro Estado así como en los municipios, prácticamente no existe delincuencia organizada, sin que en ella estén incluidos policías y ex policías.
Existe un temor reverencial de los policías hacia los grandes líderes de la delincuencia, dada la inmensa desproporción económica de la criminalidad, en relación con la situación funcional del Servidor Público Policiaco, inclusive desde la corrupta venta de seguridad.
De cierta forma y dada la impunidad a que nos referimos con antelación los policías se han apropiado de la idea de que el crimen compensa y reditúa beneficios, tanto que el policía común termina por asociarse al delito.
Que penoso que exista tanta podredumbre no nada más en las corporaciones policíacas, desafortunadamente ahí se nota más por el contacto constante con la ciudadanía, los demás se escudan en ella; cuando hay óptimos resultados operativos, todos son muy buenos, honestos, capaces, con ética, institucionales, pero nunca se les hace un reconocimiento apegado a la realidad, sino ahí es donde los funcionarios de primer nivel son los que se cuelgan la medallita y los elementos de Seguridad, pasan a segundo término.
Roberto Fleischer Haro, es egresado de la IV generación de la Escuela de Policía. Registro Nacional de Seguridad FEHR440205H26223583 e. Mail rfleischer_44@hotmail.com